lunes, 21 de septiembre de 2015

Claudia Prado






Selección de poemas por Denise León.
























De El interior de la ballena, Nusud, Buenos Aires, 2000.


1908 – regreso

Un hombre cierra los ojos,
se deja conducir.
De todas formas
el caballo siempre vuelve.
Como se acaricia
en la oscuridad a un amante
y se lo invoca por partes,
discontinuo
según el deseo lo prefiera,
el hombre que regresa cabalgando
compone y descompone
la meseta amarilla bajo el viento suave.



 

1954 – esposos

Te seguí una mañana
hasta el final del camino
y juntos
miramos el mar, el cielo
y las hojas
carnosas y brillantes
que había dejado la lluvia.
¡Qué día
para olvidar el trabajo
y disfrutar del paisaje!
No sé  dijiste y vi
que la mañana
de verdad era fría
 y no había qué hacer
en la playa desierta.






 

De Viajar de noche, Limón, Buenos Aires, 2007.


insomnio

Soy yo la que no duerme
no sé
dónde poner los brazos
ni cómo respirar.
Camino hasta la puerta,
escucho cómo cruje
la casa en el crepúsculo.
Quiero saber
si ya se levantaron
si descubrieron
en medio de la noche
el accidente, si ocurrió,
si tengo alguna culpa.
Oigo una puerta,
la llave de luz o una hornalla
que se enciende
antes del día.
Será mi padre
que no duerme de tan triste,
prepara alguna cosa
y la toma
bajo la luz amarillenta.
Pero salgo
y no encuentro a nadie
que se mueva,
esa luz en la casa
es la mañana.

 




ovni

Ahora viajaban a velocidades
a las que no estaban habituadas,
la hija al volante
y la madre tejía. Sí,
a veces recordaba con sorpresa
que su hija sabía manejar,
se lo contaba a sí misma.
A ella le gustaba
cómo iban cambiando las cosas.
La conversación era dulce
y riesgosa, afuera
sobre el fondo de la noche
cruzaban muy rápido
unas sombras oscuras.
Sólo las dos en la ruta, tan lejos
los cuidados
con los que se hace la vida.

Y de pronto
los puntos del tejido
se podrían haber contado de un vistazo.
Una luz enorme. Les dio
con más precisión que el día.
¿Semejante luz
para unas manos arrugadas
para una hija y una madre, las dos viejas?
No, no las buscaba a ellas.
Quiso simplificar y dijo:
Eva, no contemos nada.
Van a decir que por un rato
nos volvimos locas.





















sábado, 8 de agosto de 2015

Graciela Cros

























Lejos de casa


Lo verdadero ocurre en aguas profundas
y las palabras poco pueden con eso.

Los pescadores han traído un lobo de mar
que por error o azar cayó en la red de congrios y jureles.

Su cabeza ladeada hacia el este cuelga de un escalón del muelle.

No respira.

Tiene un fulgor lechoso en la mirada
y en un breve intervalo pasó de ser protagonista
a convertirse en obstáculo.

Es un hecho fortuito,
un punto irrelevante en la mañana
este lobo muerto por error o azar.

Me recuerda a mi padre
el último día que lo vi.









Genealogía*

Mi hija escribió que yo nací de un huevo en el río
y por eso soy un pez.

Para mi padre era un caracol
entonces debo ser lo que él creía
porque el huevo vino de él.

Sin embargo mi hija dice que también fui yegua
y que siéndolo parí un hijo de algodón
y a otro que está loco y lejos.

Hay uno que
es carpintero / corta madera hasta dejarla como el cuerpo.

No sé si esto
es realidad o ficción
porque una activa yegua de la noche
una auténtica yegua madre carne argentina de exportación
es caballo vaca pez carpintero y loco
carne de caracol
cantora.

Si no fuera porque me hija me clavó en el río
para que no me comieran cuando era huevo
nada de esto hubiera sucedido.


*A partir de una relectura de Nido de ballena, de Melissa Bendersky, Ediciones Deldiego, 2001.






De Libro de Boock, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2004.




 

 

 

 

Tampa, Tacna, Atacama, Alaska, Arkansas, Alabama

Tampa, Tacna, Atacama,
Alaska, Arkansas, Alabama,
entre dientes
repite
su mantra
geográfico
mientras busca
distintas combinaciones
al orden
musical
de las palabras.
Camina
una hora
por prescripción
médica.
Al pasar
por un teléfono público
se deja
un mensaje
en el contestador.
Es saludable llegar
a casa
y descubrir
que alguien ha llamado.
Además
sabe
que la poesía
se desvane
ce
rápido.


 

De La Cuna de Newton, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2007.








Henderson y Las Oscuras

De chica pasé unas vacaciones
sola,
sin mis padres,
en el campo de unos parientes.
No sé explicar cuál fue la razón
pero ni ellos
ni mi hermana
se quedaron durante ese período
que para mí fue dichosamente
infinito. 


Las Oscuras era una estancia próspera,
con una casona señorial
y un parque de árboles exóticos,
abetos amarillos, acacias moradas, aromos azules,
sauces eléctricos y cipreses rayados como cebras.
Yo desconocía sus nombres
pero esa desmesura vegetal
me fascinaba.
Nunca había visto algo así.


También había una pileta de natación
con el agua sucia, verde, espesa,
llena de sapos y culebras.
Tampoco supe porqué la tenían
en ese estado de abandono.
Sé que contemplar esa superficie turbia
me llevaba a un mundo irresistible, ominoso.


A la hora de comer servía la mesa una mucama.
Yo la recuerdo con uniforme, guantes y cofia.
Digo “yo la recuerdo” y hago esta aclaración
porque volví a mi casa
y conté historias fantásticas.


Una era la de los conejos, cientos de ellos,
a quienes el personal de servicio
sacaba a pasear cada tarde
llevándolos de una cadenita de plata
sujeta a un collar de brillantes.


Relaté con entusiasmo sucesos extraordinarios
ocurridos en ese campo de Henderson
y nadie puso en duda mi palabra.
Nunca me trataron de mentirosa.
Muy por el contrario, la familia entera
me pedía una y otra vez
mi cuento de las vacaciones.
Así empecé a escribir.





De Mansilla, Ediciones en Danza, Buenos Aires, 2010.






La parte más negra

Un día aparece
y uno siente
que todo
terminó.
Se pudo fingir hasta ese momento
pero ya no podrá hacerlo
ni por un segundo más.
No es una mancha que se expande.
Un gas que asfixia.
Es una sensación de luz cortada.
De parabrisas estrellado
por una piedra en el camino.
No quedan huellas. Uno no sabe quién es ni dónde está. Te arrancan los ojos,
te cortan la lengua,
te tapan los oídos,
te despellejan vivo.
No hay referencias en ese vacío. Al rato, como si alguien
encendiera la luz,
la parte más negra se esconde,
es decir, adelgaza
tanto como para hacernos creer
que desapareció.
Los que estamos en el ajo
sabemos que esto no ocurre.
Una vez que se presenta
nunca más deja de hacerlo.
Esto pasa
de vez en cuando,
por eso vuelven
a aumentarme
la dosis.























jueves, 6 de agosto de 2015

Jorge Aulicino






























Ahora, las cosas que no son fundamentales para mí



Ahora, las cosas que no son fundamentales para mí
forman una difusa legión, como ciertas veces las sombras en el día.
Son, entonces, las cosas realmente importantes y casi siempre inaccesibles.
Ahora, llueve sobre el río: no hay nada más inútil que esta lluvia sobre el agua.
Tal vez nada más fascinante, por otro lado.

Papá se achicó con los años. Aunque no podía contener su ira natural
y tampoco descuidaba su pelo ni su cara, hablaba a veces en italiano
y se mostraba atento a muchas cosas que para él antes no eran nada.








Así como los merovingios decayeron y degeneraron


Así como los merovingios decayeron y degeneraron
en bebedores, idiotas de ambición, menores,
así la tarde ha pasado de un raro castaño general
a un gris vidrioso y caliente atravesado por insectos
que dan vueltas alrededor de dos luces ahí no más, en un balcón
cuyos bordes están herrumbrados, y recién me doy cuenta




(inéditos, vía Estación Finlandia)










Pongamos que oyeras todos los sonidos como un ciego prodigioso


Pongamos que oyeras todos los sonidos como un ciego prodigioso,
como Daredevil, como un superhéroe: no serían las voces sino
del dolor, de la ambición, de la villanía, del crimen, de los despachos
y de los galpones, de las construcciones y los entierros:
no serían las voces ni los sonidos –taladros, sirenas, disparos– de una
civilización que se extingue.

Te basta con las voces y los sonidos del pasillo. Son los mismos.
El don sería oír el deslizarse de una lagartija en tu cuarto.
Podrías decir entonces que oís el corazón del universo,
su din-don, su campana, su mecanismo racional o carnívoro.
Todo lo que sube en cambio al cielo es la obra, la marcha
de aquello que se creó, la dulce sinfonía en un vacío
donde no ululan los vientos ni cazan los murciélagos.


(inédito, vía El mundo incompleto)
























 

domingo, 2 de agosto de 2015

Mariel Fariña
























I

La maestra es dulce con sus pecas
su flequillo y su corte carré
Mamá nunca se equivoca
El mundo tiene un layer,
varios layers
Yo no sé en qué capa vivo
seguro que estoy más cerca del magma
porque el cielo abierto me da alergia
asma
y me parece que no va a haber otro cielo
como éste
Ni otro volcán

Por ejemplo ahora
que es de día y celeste
me enamoro de tu boca que es una canasta
donde el lobo echó sus hechizos verdes
perfumados
Tu boca,
maxilar abajo,
me sostiene como una hamaca
Yo apoyo mi culo ahí
Me cuelgan las piernas de tus dientes blancos
La carne se deforma en el contacto con los bordes
Parecen afilados pero tienen una redondez
que los hace suaves como una frazada de terciopelo
Cae mi cuello hacia atrás
y mi mano izquierda se apoya en tu lengua gruesa y húmeda
caliente y porosa (áspera)

El mundo,
una continua guerra







II

La maestra es dulce
Mi mamá no, pero quiere
Mi mamá siempre está nerviosa
cuando estamos solas
Siempre está apurada
No entiendo para qué
A veces tiene los ojos desencajados
y entonces vamos a sentarnos a la iglesia
que es fría y me da miedo
Esos ángeles miran amenazando
y nos prohíben
las palabras

Me muero de ganas pero al final no,
no me atrevo a jugar.
Mejor no porque desconozco la regla
y el delantal con pollerita y moño se arruga
Mejor no porque a ver si me equivoco
y se me bajan las medias azules
No entiendo las letras
No descifro la respiración
(el respiro)
entre las letras
Mamá se asoma cada tris tras
justo cuando dejé de pensar en ella
Es cuando me doy cuenta que la dejé sola
que me necesita
que tiene miedo
Yo le envuelvo el miedo en el pañuelito de tela
ese que me dio para los mocos
Lo tengo justo acá, en el bolsillo del delantal
blancas las tablas y el bolsillo
Guardo mis mocos en el pañuelito rosa
para que mamá lo lave a mano y lo planche
Todavia debo guardar ese pañuelito en algun bolsillo
Lo voy a planchar para mi hijo,
bien almidonado porque es un hombrecito

Ahora soy yo la que se asoma
Hasta que de golpe decido
abandonarlo todo








 III

Suena la campana
Nunca vi
tanta gente en un patio
Esto es el recreo
Un lugar de fe doble,
un doblez en la fe
Como en misa,
canto las canciones para adentro
no porque no me las sepa, sino
porque me da vergüenza
desafinar mi voz debajo del agua
Yo no sé adivinar los finales,
todo me sorprende siempre
Este colegio tiene muchas puntillas y mucha luz
Este colegio está penetrado de luz
ventanales
puertas balcón
vidrios repartidos
árboles
pájaros
escalinatas de piedra
Áspera la piedra gris, abierta
la rodilla exhala sangre entre sus labios

Un primer beso en la herida
sentada en la escalera
y aquel martes en que
nos respiramos








IV

Registro por primera vez una mano
una mano diferente
Un pulgar ahueca la tierra
con cuatro nudos
Nudos
en el lugar de cada dedo
Desnudos los cuatro,
hechos como
si los dedos se hubiesen desinflado
dedos de guante anudado
y ella
ella,
la dueña de esa mano
(porque busco como en un laberinto a la dueña,
recorro la distancia que me lleva de la mano al rostro)
ella
se ríe


















viernes, 31 de julio de 2015

Lisi Turrá




 






















LA BUGAMBILIA DE HERRERA Y CAIRO


A la reja de la tarde se amarra una enredadera
gris como un tango
en los entresijos de lluvia
de punta y raja
Dolores del Río está vestida de luto

(comenzó a llover
lo siento en el tinglado de las horas
en blanco y negro).

Ella aparece en el fotograma de la tormenta
la galana
la de los ojos estrellados
dolores sin miriñaque y sin rebozo
tiene en su mano un tigre alebrestado
pero está desnuda
¿dentro de qué relámpago la señora
pone sus tetas a cantar, para qué llover
por cuál resquicio se va
de la película?

La enredadera es una puta
color magenta
quiere que el tigre la mee
la marque como parte de su territorio
y le pinte uvas
aunque sea muy en la esquinita
del bastidor de Tlaquepaque.

Pedro Armendáriz no responde nada
se caga a tiros con su corazón
y se muere

Dolores del Río está feliz
por esos bigotitos.










BLUES AL MEDIODÍA 


Buddy
la luz está trepando al cenit
amasijo de epifanías en la cámara lenta
               del domingo
las horas a caballo de una Stratocaster
pulen el cristal de las cuerdas
¡qué ganas de ahorcarse
en tralalá de besos qué ganas de coger!

Bluses de un corazón entreverado y absuelto
de todos los demonios
la música es perfecta tiene pájaros
árboles elefantes topacios clarividencia
unos cantorcitos vibrando
                en amarillo
hacen equilibrio sobre las doce en punto
tiempo del infinito. 







(inéditos)