martes, 23 de enero de 2018

Marcelo Gobbo














llueve

eso que se arrastra en el aire de la noche invoca más miedos que diatribas
es por eso que los ojos cierran sus párpados al mundo que se instala
justo por debajo de la almohada y mueve
la penumbra hacia otro sitio otra emboscada otra clientela

más allá del cambio hay algo que se agita en torno al caos
porque es caos eso que mueve al cielo al fuego y a los seres
no es el sueño que acaricia geometrías y reglas o esperanzas
solo es el apabullante caos que disemina en sí mismo un orden aparente
para burlarse de todo

y sobre esas sábanas arrastra su sosiego o su ardid y su certeza
como una aguja clava en la vena una burbuja
que circula y corta
la circulación

un niño llora al otro lado de la niebla
se rasga un velo donde nada debía ser revelado
un hombre muere poco antes de tener que morirse
una mujer pare un grito de hastío y ay de furia
y una multitud aclama el fin de un rito que era todo
lo que el mundo tenía
para sostenerse

qué hay de la alegría el tacto dócil de una piel sobre la otra
qué quedó del aliento que en el cristal talló fantasmas en vilo
qué de los nombres que se callaron y de los profanadores
de las buenas conciencias siempre horrendas
qué de tus ojos frente a los míos sin sombras todavía
cuándo

y eso sigue avanzando y la noche cediendo
y en el terso canto errático que se oye tras las cortinas hay un rey muerto
y un tuerto que han puesto de testigo para señalar al sombrerero loco
mientras se inflama la hoguera donde estas páginas
arderán para ahuyentar la helada de la mañana
y a las malas intenciones de los compasivos

luego vendrá la lluvia esa lluvia espesa que irascible
vuelve a quienes no se quedan durmiendo un rato más entre las sábanas tibias
o entre los muslos lustrosos de rocío
las gotas sobre ese orden que se vacía de vida
de verdad o de entereza
que se vacía
vacío
que se impregna

a la sospecha redonda como un sol como un aullido como un mirar de espanto
como la sombra impretérita que acude a la cita justo
cuando habíamos dejado de citarnos y el despertador suena en el momento del beso

ya no recuerdo ni se acuerda tampoco el hartazgo
la caricia del ensimismamiento
sobre la quemazón del periplo que marca el deambular en círculos
bajo la mirada de un lector distraído

eso tiende su mano o su cuerpo o su lastre o su lengua y nos toca
me toca te toca te somete
a su presencia solo con tocarte o rozarte quizás
apenas roce

lo siento

aquí está acá estremece el gemido el temor de estar de ser y el caos sin aurora
como la vecindad del miedo o lo cierto del aire que se exhala
o el mensaje de texto que se escribe para suponer la mueca
como un sucedáneo de la voz que nunca fue alzada

dame un like y te explico

eso se estira y te amedrenta te bosteza y te entumece
te carga sobre tu vida y te desplaza hacia el fondo de la voz que te asiste
cuando nadie piensa ir en tu socorro
de viaje hacia la nada

y si no me di cuenta todavía es porque llueve hasta en el margen de mi letra
justo donde el borrón es cuenta nueva y el señuelo señuela
como un signo sin traducciones

todavía no soy quien he sido y mucho menos sé ser en presente con tanta agua afuera
que persiste en caer y caer y chapotear
sobre este caos previsible que arrincona y espeja
todas las aristas de la ausencia

quiénes son los hombres que amanecen con su aliento fresco
los que vuelven blanquecinos los reflejos o los que saltan sobre sí mismos en el barro

y quiénes las mujeres que se besan contra las manos desiertas

esas que se arremolinan en el éxodo del chisme o quienes curan la sangre de la tierra

eso sigue escurriéndose del atrape sigue excavando en el colchón como una espina en un hueso
mientras la lluvia insiste en deshabitar las paredes con su reclamo hueco
y esparce en la tristeza un recuerdo que tuve en un otoño lejano
como si ceñirse a la mudez no fuera suficiente

para qué menoscabar la tarde que se instala sobre el calor inmenso
de ese otro cuerpo que fue el deseo y la instancia tibia
cómo no suponer que de esa saliva un hueco ahuyentaría la gravidez de un tiempo que nos eludía aún
como todo lo que no puede preverse
con un golpe de inocencia

había ahí yo pregunto una clave una llamada algún misterio
que requiriera un pie de página justo
al momento de estar en ella o tal vez no supe
cómo la hierba de la mañana se plasmaba de destellos cuando los pasos no asistían

hoy quisiera ser su ahora en el marco mismo donde mi nombre rompe contra el sueño
o un barco abriéndose al horizonte con el mar rugiendo en un océano de cine
y en tu piel la pantalla

nada de lo que asemejamos puede huirnos
siquiera cuando el desorden de estar siendo nos somete a la única certeza de estragarnos sin remedio
y en esa vacuidad lamentamos el vicio de la bondad
un artefacto sin centro

arrancados de la sensación de ser nos queda el diapasón que tañe la médula
que nos sostiene o el estruendo con que quebramos la risa
que fuimos

eso nos demuestra que también hubo lágrima y describe en los párpados el surco de otra lluvia
nos abofetea sin cariño y nos abre
los ojos a los golpes

la luz entra por las hendijas y susurra
su versatilidad de inmunda
soledad y espera

llueve
y ahora ya nada espero de esta lluvia y me quedo aguardando tus manos
que nunca llegan salvo a la oquedad de mí
o a esta madrugada
para quitar espacios
para ahuecar la atmósfera
para bruñir la superficie de un robot cansado de soportar sus tuercas
para empuñar reproches
para pasar
de página.



De Marcas de agua, inédito.