martes, 7 de octubre de 2014

Ricardo Costa

 


Velocidad crucero

 

El pensamiento se queda con esta imagen:
un pedazo de ropa clavada en el alambrado
y sacudida  por el viento.

El ojo es ambicioso.
Se queda con la curva que forma la ropa en el aire.
La púa del alambre tiene mucho de lenguaje.
Se aferra a cada fleco del trapo
como la palabra a la idea
que está próxima
a rasgarse.

El alambrado se continúa poste tras poste
y la distancia entre pensamiento y lenguaje
se borra en el último punto de la ruta.
Una recta en el desierto no dice nada
porque ahora la distancia se ha convertido
en un plano donde todo es lejano,
donde todo está por suceder,
mientras el pensamiento transcurre
en la mirada del que conduce.

Este trapo fue la vestidura de alguien que alguna vez
también condujo por esta desolación y que también
tuvo un pensamiento alambrado por el lenguaje.
Entonces, el tiempo real del pensamiento
no es la púa que desgarra el trapo
ni el viento colgado en una curva.
Es la mirada del que conduce
buscando en el horizonte
un lenguaje a donde
llegar.






Múltiple choice

 

Existen sólo dos posibilidades para salvar
esta situación.
Evitar esa costumbre de entregarnos cada vez
que nos deseamos, o cerrar los ojos para que el amor
abandone toda intención de hacerse costumbre.
Saber lo que daña al corazón es ser cómplice
de un asunto peligroso.
Por eso los buenos amantes siempre recurren
al vicio de la metáfora antes de contemplar
la naturaleza de sus actos.
Ellos apagan las lámparas, cubren las ventanas
del cuarto y permanecen horas en la cama
buscando una luz para mirarse.






Modo indicativo

 

Siento debilidad por las huellas de lo ausente,
por las marcas físicas dejadas por objetos y seres
queridos: los pliegues de las sábanas, los garabatos
infantiles, el mango de una pala de juguete
clavada en la maceta.
La ausencia física magnifica la imagen de los afectos,
a pesar de saber que la realidad no determina el abismo
entre poseerlos o desearlos.
La diferencia recae en el impacto que produce el roce
de la mano sobre las huellas de lo ausente.
El tacto nos somete a la violencia del tiempo,
a la depredación del verbo Ser
y a los muchos modos que tiene
de conjugar una debilidad.
 




 

De Veda negra, Ediciones del Dock, 2001.













 

No hay comentarios:

Publicar un comentario