sábado, 11 de octubre de 2014

Cecilia Eraso





de este modo Plutón transita





dicen que las hay, funciones superiores, sí,
de la inteligencia, ¿y las emociones?
una jerarquía entre funciones afectivas;
el equilibrio móvil, más perfecto y estable
cuanto más móvil, eso sí es una cornisa
que el vacío hace entrañable:


qué afán el de la paz diligente,
reposo en el camino y perfección en el cambio,
órbita elíptica cuyos elementos móviles
se retiran con un rastro de petróleo:
ese que premia condenando, que se hunde
en el vacío gaseoso, en la maraña fundante
y arcaica del inicio de las cosas;


eso es rebobinar, dicen, y en el presente,
la única entre todas, la oportunidad
de caerse más abajo, cada cual sabe dónde,
trazar con un dibujo el cuerpo inerte y
blanco en el espacio, una órbita










                                                         el silencio es salud




obligación de hacer silencio, por el propio bien 
silencio, como en tardes ronronean las palomas
en eneros
              sofocantes
                              de interiores de países
y los abedules cosquillean con sus ramas a los astros,
con sus hebras de tapices destejiéndose en los años
                                                                    suavecitos;



consecuencia de la pauta de los ritmos regulares
de a cientos aspersores crecen con los pastos,
y algo del olor de las piedritas deslucidas cuando el agua
se retira y algo
del olor que se despide de ese barro enemistado
con la idea de desvanecerse;


o mejor, obligación de someterse a ciertos ruidos
compitiéndole al latido, que mejor es no escucharse
las arritmias y las manos siempre lejos de la izquierda pectoral;



no será lo que soñaste la avenida en esos sueños
prolongados de montañas y flotando en este limbo
los sonidos funcionales a costillas algo inhóspitas,
vibrantes con el ritmo idiota,
el de los pensamientos;



dominada por la mano siempre insafisfecha,
una naturaleza menos generosa, una de cancha
de golfistas amainados
aunque siempre haya algún tero que se complique
ese difícil artificio que es lo simple de los campos
cimentados por la industria, los aperos de labranza:



un antojo de nubes desteñidas corruptoras de hasta
las menores ansiedades, de un espacio grande como un cielo
sin recortes que baraje y dé otra vez, eso, un momento de
malvones recobrando hojas perdidas;



eso, estar afuera





De plutón canta, Funesiana, 2010. 








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