Pulsiones
Sé cargar un arma, también apunto y
disparo/Conozco el peso del calibre 22 /la forma del arma es la forma de mi
brazo/La manera de escribir en el agua con la sangre de los patos muertos/Nadie
sospecha que detrás de mí nombre/habita, como en todos/una asesina/He visto la
muerte en las plumas que flotan en el aire/cuando el animal se sacude al
momento del impacto /La veo en la caída de la paloma desde la rama más alta con
el pecho abierto de una pedrada/ y la vi en mi abuela durante años y de tanto
mirarla, la maté de vieja.
Sí.
Morir es también ver morir/y me acuerdo
del gato que murió enfermo/ y de mi tío en su cama, mirándome y
sabiendo como yo/que ya no habría otro día en que pudiéramos vernos y darnos fe
/Morir es saber que podemos matar/romper el rito cotidiano sabiendo que uno es un
arma letal/que el cuchillo que corta el tomate puede rebanar la garganta y el
viento/que entró por la ventana antes de decidirte a cruzar la línea.
Hay en la ciudad, algo que
/constantemente/invita a morir y matar/
como las colas en los bancos y sus
cámaras de seguridad apuntando,
gatillando sobre mi rostro miles de
veces/y sabiendo /violentamente /que nunca tendré en un mes /veinte lucas ni
ganando una línea del telebingo cordobés.
Otra vez la línea.
Y pienso en el pobre gaucho cuando
llegó la propiedad privada con el alambre/en la línea de frontera que arrojó la
muerte sobre las lanzas de Calfucurá.
Siempre, de uno y otro lado están los
que matan y los que mueren/La línea te violenta /la línea ejerce una
indescifrable tensión sobre nosotros todo el tiempo/Ver morir simplemente es no
ver nada/o mejor/ver todojunto/una aprehensión de la totalidad por unos
segundos /antes que se desvanezca la nube/antes de que se vaya al fin/la ira.
El
Fauno
El animal que criaste en el fondo
atado al tronco de la acacia
ha desbordado los muros del patio,
no podrás asomarte más a la puerta
para tirarle las sobras del almuerzo
ni acariciarlo con un palo
como a un hijo al que no se quiere.
Simplemente, ha crecido.
Una mortal culebrilla es lo que dejó
el paso de la cadena por el tronco
una monotonía circular imposible
que le dio el ejercicio para odiarte.
Aún te teme.
Sospecha que una de estas noches
ya dormido
vienes a liberarlo.
Excelente texto de “la Ressia” no mucho menos a lo que nos tiene acostumbrados… valoro mucho esa cota de humor pensante y absurdo tino de hacernos ver para adentro, un fuerte “clap-clap” y ha seguir sorprendiéndonos con tu poesía…
ResponderEliminarHermosos textos de Leticia, que nos sorprenden y nos apuntan al rostro. Se me hace un nudo en la panza. Un abrazo
ResponderEliminarMarco y Laura, gracias por leer y por comentar.
ResponderEliminar