domingo, 3 de febrero de 2013

Marcelo Daniel Díaz







Satélites


Para el ojo del astrónomo
somos pequeñas gotas que caen en la tierra
desde un cielo ladeado en sus extremos.
Y para el ojo de los seres queridos
brillan los paneles de los satélites.
No sé explicarlo: es un candado de luz
ahogando la materia oscura.





La permanencia de la materia


Restos de conteiners
deja el viento en el horizonte.
Mamá salió a cobrar el alquiler,
su pollera se eleva
como una bolsa de plástico.
Somos una familia chica;
la permanencia de la materia
sobrevuela el aire.
El mundo entero se atasca a veces
en una tormenta de escombros.





 

Osa menor


El eje terrestre se detiene.
Es inédito. Olvidamos que la luz
es sombra carbonizada.
Y que la radiación la multiplicará como los panes.
Más tarde o más temprano
los nombres de las constelaciones
repoblarán los espacios celestes
donde el único método que nos define
consiste en habitar la ausencia
con la ausencia.





 

Newton y yo


La manzana que cayó durante la siesta de Newton
descansa en mis manos
como un agujero negro hambriento de sentidos.
La muerte de los cometas cabe en su núcleo.
Escribo el poema
con lo que tarda un rayo de luz
en aparecer en el mundo.
Newton sabía que los árboles
trabajan a la inversa de la gravedad,
lo leyó debajo de sus pies:
en cada hombre, comprimida,
hay una descarga universal
del tamaño de un planeta.




De Newton y yo, Nudista, 2011. 






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