Vincent y Rachel
Le dice, mientras sentado a la vera del Ródano
calcula
el reflejo del sol en el agua, apenas serpentina de plata
Acurrucadas las piernas casi perdiéndose
entre la hierba verde, los yuyos quemados:
“El mundo comunica de manera superficial,
y qué me importa el parecer cuando el ser
se esconde, y no es el sol derribado
por la luna
Ni el cielo de Provence de noche
inflamado de diamantes,
Ves, dice soplando en el hombro blanco, desnudo,
una
flor de campo enamorada del viento:
“El amarillo no es un color, es una forma
un todo, es dios detenido meditando el color
pero, qué es el color,
si lo supiéramos no existiría el amarillo.
De Estudios sobre Van Gogh (inédito).
La
manzana en la oscuridad
Apareció de improviso
sorpresa que nos llevó a
la risa,
unión en el sencillo
ejercicio
cotidiano, habitar la
indulgencia
Los cortes de la manzana
resbalando de los dedos
El libro palpitaba con
sus tapas verdes,
luminiscentes, desde el
día
en que fue dado por
perdido
(debajo de la cama como
un gato
asustado o un niño a
escondidas se demoraba)
Su transparencia hacía
aumentar nuestra ceguera,
un observador implacable
inmóvil
Espectador de las horas
-Martin- el personaje de
Lispector-
deambuló en el desierto
lavando las culpas
de su crimen
La casa que habitábamos
no poseía el presente
le estaba negado
el pasado tomaba el
mando: un barco zigzagueando
llevado por piratas
enarbolando su bandera de la muerte
Lo había dado por
perdido después del caos de noviembre
-esos meses impíos que reclaman lumbre, meses
de vino
caliente mirando caer la nieve, la esperanza
de ser redimidos-
Encontrando la vida en lo ínfimo
de la materia, en un rezo murmurado
se ahonda bajo la piel la plegaria
Me doblegaba frente a esa ola helada,
vientos austeros a través de galerías remotas,
vientos austeros a través de galerías remotas,
presiente y canta la desunión su canto
Las puntas de estrellas lacerantes parten
en dos al fruto, y un tarascón deja la huella
de los dientes,
blancos encajes apurados de olvido
-de prisa, de prisa, siempre demasiado veloz
el recorrido
La estación de tren desoladora
los árboles esmirriados luchando por guardar
esa última
hojita, verde por milagro
El libro, me acompañaba
como ángel de la guarda, caracol vacío de sí
deseo trashumante
Una postal de París olvidada, dice:
Hay tantas catedrales y puentes célebres
en la Tour Saint Jacques Nerval se detiene
con un poema en el bolsillo
Apollinaire en el Pont Mirabeau
Rilke en el Hôtel Dieu deposita el cuerpo de
Laurids Brigge
Rimbaud escribe cartas tristes a su madre
cartas como un barco de papel detenido
Vallejo presiente el día de su muerte
Perdido, en alguna precipitación en un tren
hacia París,
imaginaba con recelo una deriva de manos
poseer el libro,
la misma deriva
en nuestro umbral
manchado de nevisca
En una librería de Bercelona surgió
brillando, irresistible : « La
manzana en la oscuridad »
Nos engullía en silencio
la paroxística criatura que rugía
quebrándonos,
sobre la piel, lienzo en el cual
deposita sus obras negras
la materia viva
Cometas precipitándose vertiginosos
hacia la tierra, así volvíamos
a viejos terrores de la infancia,
gemas perfectas, engarzándose en mi flanco
Rimbaud de Charleville, te sangra la mano
Las piedras, vivas, grababan la imposibilidad
de ser
Tal vez el dolor es la inmovilidad
y la errancia en la inmovilidad-
La manzana no hacía más que brillar
en la oscuridad del cuarto, sin que le diéramos
piedra libre
salió a la luz triunfante,
El libro volvió a mis manos,
lista para recibirlo,
pronta a partir
Dejando diminutas huellas en la nieve,
pisadas leves linderas al bosque,
tanta levedad resonando en el cielo de los
astros,
sin despedidas
el desierto de Lispector en una cartera de
charol
un trozo de manzana amarillenta en el
bolsillo
(inédito)
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