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Una danza el
amor, en la que cambia
la coreografía a cada paso. No hay certezas
con los años, las figuras se aprenden
en la práctica, aunque nunca han variado.
No es preciso entender, sólo copiar
la regularidad de su dibujo, hacer
lo que
todos: mantenerse en movimiento.
De El acuerdo (inédito)
El coro que ha quedado
es el de los animales. Perros
y grillos. Extinto todo
lo humano. Ayuda que es cóncava
la noche y el sueño un testigo
capaz de urdir ficción tamaña.
Un escenario parco son las bardas oscuras,
dan pie a la pregunta por los insectos, por
sus huellas minúsculas, sus túneles
sinuosos, la pulsión obcecada por el
alimento, la insaciabilidad del vivir.
Es ahora cuando preguntar. Ahora es ahora,
no un ahora de tiempo; de sincronía, de
frutos morados al alcance de la agitación, de
hierbas creciendo inadvertidamente, con
el secreto mandato de cubrirlo todo; estatuas
solas en su miedo nocturno, también personas
que parecen personas.
Es ahora.
Las piedras grandes y pequeñas, en su
elegida inmovilidad orgánica, también
a oscuras, solas, accesibles a todo
pavor. Diríase que el mundo entero
teme. Las piedras no son flores, si lo fueran
permanecerían afables e impávidas, cerradas
al ojo negro de la hora, conscientes sólo
de lo húmedo, lo suave, lo dulce.
Es ahora. Una insistencia en el aire
parece asegurarlo.
Notas poéticas
No
siempre es un hecho, o nunca
lo
es: una atmósfera que descarga
su
peso muerto sobre lo que camina,
o
respira o intenta hacer ambos.
Pensar
es ya un acto. ¿Entenderían
esto
que digo los que pasan riéndose
por
la calle? Escupen una mucosidad
grumosa
de desesperanza, mientras
avanzan
detenidos.
Ella
dijo algo sobre el cuerpo
pero
no puedo recordarlo.
El
alma se atardece con el día, aunque
supera
el rumor creciente de cogollos
y
chicharras con su runrún de frustraciones
vociferantes.
Y es que cada amanecer tiene
su
propósito, que se desdibuja con el andar
cansino
del día, con su arrastrar metálico
para
llegar a la noche ya sin memoria, sólo
ese
regusto, esa oscura y velozmente
desaparecida
intuición de incompletud.
Ella
dijo algo sobre el cuerpo
pero
no puedo recordarlo.
Se
rehoga a diario la lengua contra
el
aceite hirviendo del lenguaje, un oleoso
incendio
de vejez anticipada. Palabra que
escribe,
cae en desuso antes de pronunciarla.
Hay
una carcajada loca acompañando
todo
intento. No sabe si es ella o lenguaje
quien
ríe, aunque sospecha que por la
amargura
que le supone el acto, no es
suya
esa sonoridad alterada. Otra vez, la
carcajada
y el abismo entre el principio
y
el fin. Ojalá hubieran puentes de una
sola
orilla, eso sería, para ella, poesía.
Y
algo del cuerpo le fue dicho, algo
de
su consumación, de su ausencia,
de
su desaparición, pero
no puede
recordarlo.De Conversaciones en la noche del amor (inédito)
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