sábado, 21 de julio de 2012

Priscila Vallone





Juro lo que hemos visto



 

Dícese un estallido luminoso al centro del grito huido. Un pequeño viaje a los confines más exóticos redondeándose por entre los párpados a respiro entrecortado. Y ven de pronto la colina enterrada al sol de cabeza como si la boca se le abriera para tragarse el océano entero por los dientes. Que los ojos se les vuelan, digamos puede vérseles como una cabeza de peces cristalinos destellando un alma roja a un río vacío donde un ser que respira se ha quedado dormido. Lame los dedos por sus puntas a manera descalza de retraso continuo por donde las vertebras se habrán vuelto espinas calcinadas al abismo de la mañana congelada, de todo este espíritu hecho hielo tanto sea quitándose las pestañas una a una para sentirse menos o vivo o bien sea palpando por los labios húmedos este retazo de ala de libélula desprendida de los ojos. Ni más ni menos, una sutil lejanía de eco cercano a la superficie de un aroma noctámbulo proveniente desde el centro de la espina, el centro del grito huido, oleadas luminosas de aliento onírico entrelazando el núcleo cerrado al dedo invisible palpo de hierba colmena híbrida nadar hasta el fondo y no digamos más nada. Respirar por ciertas mañanas con el cuerpo bajo agua tan lleno de niebla siendo la flor del sexo más puro oculto entre palabras que no imagina sino lo solo levitándose en el tiempo que no ha venido y tiene la forma del corazón de una gema enterrada, el corazón del crepúsculo adormecido tiernamente al borde del suspiro estático de un hilo de seda y es Querer permanecer en la vigilia teniendo razón del óculo para ver lo que se es nunca amanecido y Levitando: todo lo que ahora tenga alas será continuo reflejo de mano propia y la piel tendida como una tela sobre la tierra húmeda; es lamer el aire como si fuera verde y que tuviera un gusto verde como si fuera el río y tener todo lo que existe sobre la palma y que sobre la palma se esté así, sabiéndose parte en cada dedo articulando el mal dormir, las noches enfermas, el exilio del cuerpo perdido en una voz que deambula por entre ambos ojos como órbitas toda la noche y todo el día para silenciarse entre cuatro paredes a merced de la soledad más rotunda calando la memoria. Es verse despierto en lo que se nace dormido, oler el insomnio color púrpura en medio de un canto de hielo, fractura del árbol carcomido por el día ido y por el que vendrá. Un insecto entre las vertebras tragarse el invierno caminar por la muerte nadar hasta el fondo Y No decir Nunca más Nada.
que se asemeje a la vigilia.





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Ahí te vienes luz entera reamanecida entre fragmentos de sol tiñiendo el agua al púrpura decías y así te vienes entre los ruidos remando la marea tibia y estos ojos que te delimitan la forma de tu antigua sombra que tus pasos extinguen y me habitas Ahí te vienes lucecita yo te miro en línea recta a las puertas de tu océano alma entera Te propongo la eternidad entre los dedos una caricia deformando el tacto una sinfonía desde el fondo primavera donde se te caen cinco flores de la cabeza y me acerco a tus raíces ensimismada al amor del decir sin decir nada allí donde la copa del árbol te rearma y yo puedo leerte las pulsiones o el pálpito en la mirada si es que me reinventas en el desarme y desacostumbras toda fórmula recreas la estación en la garganta pariendo el canto vientre blanco y entonces Ahí te vienes luz de la tierra para nacerme sin tocarme, y yo te miro explosión sensorial multiplicadoté allá donde ocurre la convulsión del sol envuelta entre las manos cuerpo entregado al éste mi abrazo y yo me acerco sin decirte, y me alejo sin dejarte, porque así es como te vienes lucecita yo te siento respirar entre mis brazos, hacerte un nido acá en el hueso porque es que así te vienes, lucecita
Enteramente
Y para siempre.






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