miércoles, 7 de marzo de 2012

Lucio Madariaga




Raíces en el claro


Todo lo que veo, son pájaros.

La liebre de fuego guía la búsqueda.
Huye, escurridiza, flamea amarilla roja
naranja en la llanura.

Pájaros atontados, adobados en hollín.
Ya no vuelan, trepan mesetas,
encandilan lo claro.

Están los solitarios, recluidos mudos,
no pueden con el mundo.

Algunos pocos, son pájaros de luz.



  
Atardecer durazno
  
Siempre más sonriente al desastre más bello
Mallarmé

Zócalos sin lijar
                          maderos imperfectos
Tierra blanda suelo baldío

Caen sobre mi cabeza los durmientes de tacuara
Se desmorona el espacio junto a la humedad
de los juncos de cielo
                                   y el tiempo atardece

Por el extremo izquierdo de los escombros
          -en perfecta diagonal-
entra un haz finito y concentrado
                                                      de luz durazno

Se posa en la parte superior de mi mano
como una mariposa que cobija
           una perspectiva
un mensaje

Logro asir con dulzura lo luminoso
hasta en los peores
                               atardeceres




Escarcha


La ausencia del paisaje, la flor marchita,
en taparrabos, la ciudad de infierno
y su cólera de mente
se evaporan.

Lo contenido explota:
el baile austral se desarrolla.

La primera mañana,
                                 la rea,
NATURAL,

incita a ensillar, vestirme con el ropaje
de los sueños
                       y montarme al hombro
el movimiento.




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