sábado, 7 de marzo de 2015

Marina Coronel








aquí
jugamos todo el tiempo a ser letales
Eugenia Segura
 
Salvaje

Cansado de esperar la señal previa a la tormenta,
empieza la carnicería del caníbal contra sí mismo.
Con una mordida de miedo,
manotazo ahogado en medio de la noche,
arremete sobre su carne,
reduce uno a uno sus huesos.

Como un signo ilegible
devasta su desnudez
y tiembla
al mismo tiempo que el incendio
se apaga.








Sepia

Tengo un miedo ancestral hacia las sogas.
Desde hace mucho me persigue el temor por las cosas que atan,
tal vez porque nunca entendí lo que me mantuvo sujeta al abandono,
al igual que la hamaca de una plaza
inmóvil en la brevedad del minuto,
en el hábito de anochecer.

Las plazas en la oscuridad pueden ser muy siniestras.
El pasto pisado intenta una resurrección que no concluye,
el subibaja se adhiere al piso con la insistencia de una ventosa,
la calesita quieta,
el perro dormido bajo el pasamanos.
Todo puede ser albergue para el desatino,
incluso en un lugar sin paredes.

El tiempo ensaya una geografía distinta para cada historia,
una escala arbitraria donde se encarnan los traumas,
ademanes y herencias.

El terror busca la salida en un fondo que no conoce.
La violencia de las fobias tiene ese tono
de las fotos viejas.






 De Cartografía, Ediciones en Danza, 2015.












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