2)
Las casas son bajas en Ciruelo.
La calle principal
tiene dos cuadras custodiadas
por palmeras
desparejas: poemas anhelos hacia el sol.
Y es el sol el verdadero alcalde en Ciruelo, el habitante principal.
Cuando tropezamos con
las sombras que él fabrica
podemos creerlo todo:
hasta el sueño del sueño
cuando lleguemos al
hotel.
Un sueño donde las
palabras se detienen.
No nos perseguirán
aquellos que no fuimos.
Tampoco los que fuimos.
Entraremos en una noche
—esa clase de noche—
que no sabe cantar la
musiquita de la infancia.
Una noche muerte, con olor a guayaba y a territorio
invadido.
3)
"Cielo
de mí",* quiero
escribir un sueño dentro de un sueño
o en el borde del sueño, cielo de mí.
Siempre supe que los
bordes cantan mejor
porque allí también canta el miedo.
Y son el miedo y la
muerte los que conocen la canción.
Un dulce recitado para
este mundo complejo.
A eso vinimos: centinelas en la noche
esperando el relevo.
¿Dónde estoy?
En un hotel de
terciopelos ajados y sin mi retrato de Emily;
sólo el reloj y el
cuaderno en mi mesa de luz.
Un olor agrio en mis
sábanas.
Aún recuerdo sus manos,
eran suaves,
estaban llenas de
posibilidad.
La luna se refleja en
las aguas fétidas del lago;
las embellece pero no
las sana.
Destino del poema, un
destino lunar,
repleto de cráteres, cielo
de mí.
* "Cielo de mí": Raúl Gustavo Aguirre.
4)
Salgo a caminar al
amanecer.
No he dormido nada (me
temo que nunca volveré a dormir.)
Un perro me mira con
fijeza. Sus ojos son opacos
y desconfiados pero
bajo el claroscuro del cielo
creo percibir una
ternura tan vieja como él, tan vieja como las
guerras.
Me acuclillo y lo
abrazo; huelo su pelaje.
Es un olor a pasto y a
perro, tan simple como eso.
Desde la ventana de su
habitación, D.
contempla la escena
pero yo aún no lo sé.
Después me dirá:
"Ya te amaba. De
otro modo, en ese mismo instante
hubiera comenzado a
hacerlo."
Pero, ah, no sabe que
estoy abrazándome a mí misma,
a mi propia retórica intemperie.
Repito una y otra vez
mi grado y mi número,
como un prisionero.
El mapa de mi corazón
lo indica todo:
la hoja más frágil —a
punto de caer—,
el pájaro de canto más
hosco, la rama quebrada,
la despedida abrupta en
pleno amor.
7)
¿Cómo será la cara de la ausencia?
¿La creeremos tangible?
El sueño donde volvemos al mundo
antes de haber sido lanzados con furia,
hacia él, cuando nacimos.
La belleza es una trampa.
El amor es otra.
Se necesita algo más que ese sol rojo
sobre el día para confirmar nuestras vidas.
Entre la naturaleza y el arte hay un lugar,
un lugar de gracia —mínimo— donde vivir.
Un lugar solitario para solitarios,
con hierbas, fantasmas, y muros y algún árbol,
y la obstinación mustia y orgullosa del fracaso.
"Acércate amor mío, estoy aquí", le susurraremos
a la ausencia. De Ciruelo, Alción, 2014.
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