miércoles, 12 de junio de 2013

Teresa Arijón






•)

Toda experiencia es irreal —
la mano que toma el lápiz
y dibuja sobre el papel
una letra A e inicia
un alfabeto
para decir que toda vida
es nube
perfecta en su destino —
siempre uno y el mismo:
la desaparición.






•)

Esa manera de abandonarlo todo —
la usura del momento que todavía alcanza
para quemar las naves,
o un costal de harina
en la puerta del molino, dejado a su suerte:
manso producto de la civilización.

Y las hormigas que van y vienen
sobre la piedra. Sin dejar rastro
regresan a sus ciudadelas escondidas —
la fortaleza subterránea entendida como un don.





De OS, 2008; en Óstraca. Poesía reunida, Curandera, 2011.







Amor

En el contestador automático, tu voz
bajo otro cielo. Suena una trompeta, el jazz
de este país lejano que ahora habito
en nuestra casa, al sur, donde nada regresa,
donde ahora estarás
mirando pasar el invierno
hacia otra estación, desconocida.

Nuestra casa en invierno, al sur,
donde nada está previsto pero
el agua corre como siempre
en la dirección opuesta.

(...)

Digo tu nombre como una esclava
del amor. Pereza en las páginas,
pereza del idioma.
Trazado de líneas como patas de flamenco
sobre el papel rayado del cuaderno.
Una civilización toca a su fin, o toca
su prometido incendio. Como tus ojos, una estrella
en la noche de este cielo
me aísla en la ventana. Miro
el aire en tu imagen.
Miro mi almohada. Toco
las páginas de un libro
que no quiero leer. Toda la noche,
voy a mirar la sola estrella
del poema de Hölderlin. Toda la noche,
voy a tocar tu cuerpo son su luz.


Iowa City, 1995





De Poemas y animales sueltos, 2005; en Óstraca. Poesía reunida, Curandera, 2011.















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