Déjame entrar
Tu sangre no corre por mis venas,
tu sangre es la hilandera que fue
tejiendo
cada hebra de mi crecimiento
como si yo fuera el ovillo apretado
dentro de la madeja. ¿La mejor
esperanza
que pudiste tener para mí
fue que me convirtiera en el abrigo
que alguien
acepta ponerse sobre el cuerpo con
el pueril orgullo
de tener la desnudez cubierta? ¿A
qué orilla
de barro y de pobreza puede una
llegar con semejante río
corriéndole por dentro, qué estamos
haciendo
al ponerle un nombre a ciertos actos
si cuando por primera vez
nos apretaron el cuello estábamos
todavía mudos,
rociados por la casa como un perfume
vano
y pasajero? ¿Y qué ha cambiado
ahora, me pregunto,
qué si todavía se trata de encontrar
en ese tronco que se pudre al sol
una veta dura,
firme en la madera, que el rocío y
las plagas
no carcoman fácilmente, un cuerpo
que no tenga
que encajarse en otro con la
urgencia de la desaparición
tocándole la espalda como una ráfaga
de viento?
Qué ha cambiado ahora si todo parece
diferente
pero sigue como entonces, como el
día en que llegó el alud
a llevarse los muebles de la casa y
no nos dimos cuenta
de que las cosas que la nieve
arrastra no regresan
porque lo que ha sido tocado una vez
por una fuerza incontrolable
llevará esa fuerza en sí, podrá
librarse de ella solamente
cuando sobre lo que más ame
descargue ese rayo que se le ha
quedado dentro.
Poema
inédito incorporado a la reedición corregida y aumentada de La vista, Hilos,
2012.
Nacido y criado
Hay un amor al extravío en todas las personas
extraviadas,
a la larga uno levanta su casa donde resulta que ha
caído:
arena, agua, barro, tierra firme. ¿Pero y si resultara
posible la mudanza, si el movimiento
no fuera una explosión que de improviso
transporta las moléculas de un cuerpo de un lugar
a otro lugar, si el movimiento fuera
desprenderse como se desprende una gota de una rama,
si fuera algo así de lento, así
de irreversible?
De El
secreto, antología 1997-2007; La vista, edición corregida y aumentada, Hilos, 2012.
Niños del cielo
Todo lo que perdemos suma una cifra
única, la nuestra. Si perdieras algo tuyo,
algo que no estaba destinado a perderse,
tu cifra sería inexacta para siempre.
De La
vista, Visor, 2002; edición corregida y aumentada, Hilos, 2012.
La reedición de La vista será presentada
el viernes 30 de noviembre de 2012
a las 20 hs en Club de arte, Boedo 52, CABA.
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